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Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el 2004, existían más de 275 millones de personas en el mundo con problemas de audición entre moderados y profundos. De estos, el 80 por ciento vivía en países con ingresos bajos o medianos. La OMS también consideraba que aproximadamente la mitad de estos problemas de audición podían haber sido prevenidos.
En el censo de población y vivienda del 2010 realizado por el INEGI se encontró que en el país existen 5´739,270 personas con algún tipo de limitación o discapacidad, de las cuales 694,464 presentan problemas para escuchar. En Estados Unidos de América se estima que nacen cada año 12,000 niños con pérdida auditiva y que, en ese mismo año, otros 4,000 a 6,000 niños entre los 0 y 3 años pueden adquirir un problema de audición. Esto significa que cada año entre 16,000 y 18,000 infantes y niños son identificados con pérdida auditiva. En el Reino Unido se estima que 1-2 de cada 1,000 niños nace o adquiere una pérdida auditiva cada año.
La pérdida auditiva o déficit auditivo se define como la baja parcial o total de la habilidad para escuchar, es decir, es cuando una persona no puede oír bien y por eso puede tener problemas para comunicarse con los demás. El déficit auditivo puede ser desde leve hasta profundo, ya que hay personas que solo presentan dificultades para oír la voz a nivel conversacional, pero otras no pueden oír ni siquiera la voz a gritos.
La pérdida auditiva puede ser congénita (presente desde el nacimiento) o adquirida, y sus causas son diversas. A pesar de ser una discapacidad “invisible”, ya que el adulto o el niño parece ser igual a los demás, sus efectos pueden causar un retraso considerable en la adquisición del lenguaje y las habilidades cognoscitivas o del pensamiento, así como un rezago considerable en el aprovechamiento escolar y la integración a la sociedad de los niños que la presentan. En cuanto a los adultos que padecen estos problemas, estos pueden llegar a presentar sentimientos de aislamiento y desolación, así como problemas para encontrar o mantener un empleo.
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Al hablar de pérdida auditiva congénita, podemos encontrar causas como: la herencia, enfermedades durante el embarazo (rubeola, sífilis), problemas durante el parto (asfixia), peso bajo al nacer, ictericia o hiperbilirrubinemia (cuando el bebé nace amarillo), y uso de medicamentos ototóxicos durante el embarazo o en los primeros días de nacimiento. Estos medicamentos pueden causar daño al oído y entre ellos se encuentran algunos antibióticos como la gentamicina y antimaláricos como la quinina.
Así mismo, las pérdidas auditivas adquiridas, pueden ser causadas por factores como: enfermedades de la niñez (sarampión, meningitis), infecciones de oído frecuentes o crónicas, medicamentos ototóxicos, traumas o golpes fuertes en la cabeza, exposición a ruido excesivo, obstrucción del conducto auditivo por cerumen o algún cuerpo extraño, daño de la membrana timpánica por trauma o accidente, y el envejecimiento.
Por esta razón, es importante que empecemos a darle la importancia que merece a la prevención de los problemas auditivos, así como a la superación de los mismos. Programas de vacunación, tanto para mujeres en edad fértil como para niños, campañas de salud en las que se promueva la higiene auditiva (cuidado, limpieza, protección auditiva contra el ruido), atención pronta a las infecciones de oído por parte de médicos, así como el conocimiento de los medicamentos ototóxicos, para evitar su uso en lo posible, deberían de ser la prioridad de los programas de salud así como de clínicas y asociaciones privadas especializadas en el oído y la audición.
El dar prioridad a la prevención no es solo con el fin de evitarnos mayores problemas o gastos en nuestros sistemas de salud, sino por el hecho de que un gran porcentaje de los problemas auditivos son irreversibles, una vez que se daña el oído interno y el nervio auditivo, una opción puede ser el uso de un auxiliar auditivo o implante coclear y la rehabilitación.
Los auxiliares auditivos son aparatos electrónicos que tienen como finalidad amplificar el sonido para que este pueda ser escuchado por la persona que padece el problema auditivo. En la actualidad los auxiliares auditivos son digitales y se programan por computadora de acuerdo a las necesidades auditivas del paciente. Tienen muchas funciones y cada día la tecnología logra que los sonidos sean lo más parecido posible a como se escucharía normalmente. El estudio de audición, la correcta selección y adecuada programación del aparato auditivo es indispensable para que el paciente se acostumbre rápidamente a su uso. Por esta razón es importante que quien sospeche tener una pérdida auditiva, se acerque con un profesional.
El implante coclear es un aparato que consta de dos partes, una interna y una externa. La interna consiste en electrodos que se introducen en el órgano del oído interno (cóclea) dichos electrodos, mandan una señal eléctrica al nervio auditivo, la cual es interpretada por el cerebro como sonido. Ni los auxiliares auditivos ni el implante coclear logran recuperar la audición y la persona que los utiliza pasa por un proceso de adaptación.
La situación con los niños es mucho más delicada, ya que se necesita identificar la hipoacusia bilateral a temprana edad, mediante un tamiz auditivo, para lograr resultados aceptables. Una vez detectada la pérdida, es importante que los padres reciban la información de las diferentes opciones de habilitación y comunicación que tienen, así como el pronóstico de acuerdo a las características del problema de su hijo. De esta manera, los padres podrán decidir de manera informada el proceso a seguir tomando en cuenta todas las opciones disponibles. Sea cual sea su decisión, lo importante es actuar oportunamente para darle a los niños la oportunidad de desarrollar un lenguaje que les permita comunicarse, aprender y participar activamente en la sociedad. Ya que, como dice Francisco Garzón Céspedes, “Si no hay comunicación no hay ser humano.”
Por MCA Mariana Mejía Turnbull, audioprotesista de Comaudi
CED PROFESIONAL 4806676
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